Nunca el mundo ha sido tan desigual en las oportunidades que brinda, pero tampoco ha sido nunca tan igualador en las ideas y las costumbres que impone. La igualación
obligatoria, que actúa contra la diversidad cultural del mundo, impone
un totalitarismo simétrico al totalitarismo de la desigualdad de la
economía, impuesto por el Banco Mundial, el Fondo Monetario
Internacional y otros fundamentalistas de la libertad del dinero. En el
mundo sin alma que se nos obliga a aceptar como único mundo posible, no
hay pueblos, sino mercados; no hay ciudadanos, sino consumidores; no hay
naciones, sino empresas; no hay ciudades sino aglomeraciones; no hay
relaciones, sino empresas; no hay relaciones humanas, sino competencias
mercantiles.
Nunca ha sido menos democrática
la economía mundial, nunca ha sido el mundo más escandalosamente
injusto. La desigualdad se ha duplicado en treinta años, según los datos
de las Naciones Unidas y del Banco Mundial. En 1960, el veinte por
ciento de la humanidad, el que más tenía, era treinta veces más rico que
el veinte por ciento que más necesitaba. En 1990, la diferencia entre
la prosperidad y el desamparo había crecido el doble y era de sesenta
veces. Y en los extremos de los extremos, entre los ricos riquísimos y
los pobres paupérrimos, el abismo resulta mucho más hondo. Sumando las
fortunas privadas que año tras año exhiben, con obscena fruición, las
páginas pornofinancieras de la revista Forbes y Fortunes,
se llega a la conclusión de que cien multimillonarios disponen
actualmente de la misma riqueza que mil quinientos millones de personas.
EDUARDO GALEANO (1998)
Sobre los medios de la incomunicación.
I des del 1998 fins l'actualitat en lloc d'anar cap a millor hem anat a pitjor i les desigualtats han continuat creixent d'una forma que sembla que no té aturador. Fins quan ?
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