dijous, 8 de juny del 2023

Tengo miedo de ser náufrago solitario

Dámaso Alonso publicava “Hijos de la ira” el 1944, poc després d’acabada la Guerra Incivil. I el començava amb aquest “Insomnio”, una descripció pessimista de la seva percepció del moment en que estava vivint.

INSOMNIO

Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas)

A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo en este inicio en el que hace 45 años que me pudro,

y paso largas horas oyendo gemir al huracán, o ladrar a los perros, o fluir blandamente la luz de la luna.

Y paso largas horas gimiendo como el huracán, ladrando como un perro enfurecido, fluyendo como la leche de la ubre caliente de una gran vaca amarilla.

Y paso largas horas preguntándole a Dios, preguntándole por qué se pudre lentamente mi alma,

por qué se pudren más de un millón de cadáveres en esta ciudad de Madrid,

por qué mil millones de cadáveres se pudren lentamente en el mundo.

Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre?

¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día,

las tristes azucenas letales de tus noches?

 


Podem pensar que avui en dia vivim molt millor, però el món segueix podrint-se i nosaltres en som uns espectadors. Damaso Alonso era creient i es consolava amb les seves creences encara que no per això deixava de queixar-se i de fer-se preguntes.

Son poemes llargs que no segueixen les normes de la mètrica i la rima que ens van ensenyar a l’escola. En “preparativos de viaje”, el viatge que suposa la mort es pregunta pel que veuen els homes quan es moren:

 

Ah muertos, muertos, ¿qué habéis visto en la esquina cruel,

en el terrible momento del tránsito?

Ah, ¿qué habéis visto en ese instante del encontronazo con el camión gris de la muerte?

No sé si cielos lejanísimos de desvaídas estrellas,

de lentos cometas solitarios hacia la torpe nebulosa inicial,

No sé si un infinito de nieves, donde hay un rastro de sangre, una huella de sangre inacabable,

Ni si el frenético color de una inmensa orquesta convulsa cuando se descuajan los orbes,

ni si acaso la gran violeta que esparció por el mundo la tristeza como un largo perfume de enero,

ay, no sé si habéis visto los ojos profundos, la faz impenetrable.

 

Ah, Dios mío, Dios mío, ¿qué han visto un instante esos ojos que se quedaron abiertos?

 

Havia nascut al 1898. Ja tenia 45 anys, i encara es qüestiona qui és. 45 anys que es suporta a si mateix que conviviu amb la seva imatge dia a dia, però encara no es coneix. S'odia i s'estima al mateix temps.

 

YO

 

Mi portento inmediato,

mi frenética pasión de cada día,

mi flor, mi ángel de cada instante,

aun como el pan caliente con olor de tu hornada,

aun sumergido en las aguas de Dios,

y en los aires azules del día original del mundo:

dime, dulce amor mío,

dime, presencia incógnita,

45 años de misteriosa compañía,

¿aún no son suficientes

para entregarte, para desvelarte

a tu amigo, a tu hermano,

a tu triste doble?

 

¡No, no! Dime, alacrán, necrófago,

cadáver que se me está pudriendo encima

desde hace 45 años,

hiena crepuscular,

fétida hidra de 800.000 cabezas,

¿por qué siempre me muestras sólo una cara?

siempre a cada segundo una cara distinta,

unos ojos crueles,

los ojos de un desconocido,

que me miran sin comprender

(con ese odio del desconocido)

y pasan:

a cada segundo.

Son tus cabezas hediondas, tus cabezas crueles,

oh hidra violácea.

 

Hace 45 años que te odio,

que te escupo, que te maldigo,

pero no sé a quién maldigo,

a quién odio, a quién escupo.

 

Dulce,

dulce amor mío incógnito,

45 años hace ya

que te amo.

 

EN LA SOMBRA

Sí: tú me buscas.

 

A veces en la noche yo te siento a mi lado,

que me acechas,

que me quieres palpar,

y el alma se me agita con el terror y el sueño,

como una cabritilla, amarrada a una estaca,

que ha sentido la onda sigilosa del tigre

y el fallido zarpazo que no incendió la carne,

que se extinguió en el aire oscuro.

 

Si: tú me buscas.

 

Tú me oteas, escucho tu jadear caliente,

tu revolver de bestia que se hiere en los troncos,

siento en la sombra

tu inmensa mole blanca, sin ojos, que voltea

igual que un iceberg que sin rumos se invierte en el agua salobre.

 

Sí: me buscas.

torpemente, furiosamente lleno de amor me buscas.

No me digas que no. No, no me digas

que soy náufrago solo

como esos que de súbito han visto las tinieblas

rasgadas por la brasa de luz de un gran navío,

y el corazón les puja de gozo y de esperanza.

Pero el resuello enorme

pasó, rozó lentísimo, y se alejó en la noche, indiferente y sordo.

 

Dime, di que me buscas.

Tengo miedo de ser náufrago solitario,

miedo de que me ignores

como el náufrago ignoran los vientos que le baten,

las nebulosas últimas, que, sin ver, le contemplan.

 

I per acabar el llibre, un darrer poema, en el que creu que el seu final està proper, quan encara li quedaven molts anys prolífics de vida. No moriria fins el 1990. I en el que creu que ha estat una vida poc reeixida.

 

DEDICATORIA FINAL

 

Ah, pobre Damaso,

Tú, el más miserable, tú el último de los seres,

Tú que con tu fealdad y con el oscuro turbión de tu desorden, perturbas la sedeña armonía

Del mundo,

Dime,

Ahora que ya se acerca tu momento

(porque no hay ni un presagio que ya en ti no se haya cumplido),

Ahora que subirás al Padre,

Silencioso y veloz como el alcohol bermejo en los termómetros,

¿cómo has de ir con tus manos estériles?

¿qué le dirás cuando en silencio te pregunte qué has hecho?

….

 

DÁMASO ALONSO

Hijos de la ira

Espasa Calpe (ed. Or. 1946); 239 pàgines